Mary, Model Of Discipleship
As often as I have written articles for a parish newsletter or diocesan newspaper, I do not believe that I have ever written anything specifically on Mary, the Mother of God. Given the fact that she is a key figure in Advent and Christmas, not to mention her prominent role in the Church itself, December seems like the fitting time to reflect on her exceptional witness of faith as the ultimate model of heroic virtue. While we do not worship her, as we do the Holy Trinity, we certainly hold her in highest esteem among the saints. Among the communion of saints, there is none to compare with the veneration and honor due to her. As the chosen instrument through which God has brought salvation to the world, Mary’s yes has resonated throughout the course of history. By means of her fiat, the Word became Flesh. As Mother Teresa of Calcutta would often quip, “we come to Jesus through Mary.” Next to the Our Father, no other prayer is probably more popular or widely prayed than the Hail Mary. The title and inspiration for this prayer comes from the angel Gabriel’s greeting at the time of the Annunciation (cf. Luke 1:28). Marian devotion is widespread throughout the world. It is not only Catholics who hold Mary in great honor. She is esteemed by Christians and non-Christians alike.
In his Dec. 10, 2006 homily, in Rome, Pope Benedict XVI stated; “At a crucial time in history, Mary offered herself, her body and soul, to God as a dwelling place. In her and from her the Son of God took flesh…Thus, it is Mary who tells us what Advent is: going forth to meet the Lord who comes to meet us; waiting for him, listening to him, looking at him.” Recalling how the late Pope John Paul the Great referred to Mary as “Woman of the Eucharist,” Pope Benedict also declared her to be “the image and model of the Church!”
In light of the universal call to New Evangelization, rooted in the baptismal call to holiness, we do well to ponder Mary under any title or image offered by litanies of prayer or declarations of popes. During this Year of Faith, we are to commit ourselves to a deeper personal and communal relationship with Jesus Christ. Mary is certainly one of the most obvious means through which an intimate encounter is made possible. She represents the essence of discipleship. I invite you to join me in looking to Mary throughout the Year of Faith, particularly during this Advent and Christmas Season, in cultivating a richer spirit of prayer, gratitude, attentive listening, vigilant awareness, respect, courage, humility and joy in living the tenets of our Catholic faith in daily life. In union with Mary, throughout the course of our faith lives, may we stay close to Jesus from the incarnational experience of his birth to the crucifixion moment of his death and beyond; namely, to share with her the joyful, sorrowful, glorious and luminous mysteries of life with Christ. Through her intercession and inspiration, may we echo Mary’s great Magnificat, rejoicing in all that God has done and continues to do for us through the life, death and resurrection of Jesus Christ our Savior. Seeking always to surrender ourselves to the divine will, and remembering that nothing is impossible with God, like Mary, may it be done to us according to His Word.
Tan seguido he escrito artículos para un boletín parroquial o para el periódico diocesano, pero no creo que haya escrito nada específicamente sobre María, la Madre de Dios. Teniendo en cuenta el hecho de que ella es una figura clave en el Adviento y la Navidad, sin mencionar sobre su papel prominente en la propia Iglesia, diciembre parece el momento adecuado para reflexionar sobre su testimonio excepcional de la fe como el mejor modelo de la virtud heroica. Aunque no la adoramos, como lo hacemos con la Santísima Trinidad, sin duda la tenemos en alta estima entre todos los santos. Entre la comunión de los santos, no hay nadie comparable a la veneración y honor hacia ella. Habiendo sido elegida como un instrumento por el cual Dios ha traído la salvación al mundo, El “sí” de María ha resonado a lo largo de la historia. Por medio de su “Fiat”, el Verbo se hizo carne. Como la Madre Teresa de Calcuta solía decir, "venimos a Jesús a través de María." Al lado del Padre Nuestro, no hay otra oración probablemente más popular ó más orada ampliamente que el Ave María. El título y la inspiración para esta oración viene del saludo del ángel Gabriel en el momento de la Anunciación (Lucas 1:28). La devoción mariana es generalizada en todo el mundo. No son sólo los católicos que tienen a María en gran honor. Ella es apreciada por los cristianos y no cristianos de la misma manera.
En su homilía del 10 de diciembre de 2006, en Roma, el Papa Benedicto XVI declaró: "En un momento crucial en la historia, María se ofreció, con el cuerpo y el alma, a Dios como una morada. En ella y de ella el Hijo de Dios se hizo carne... Por lo tanto, es María la que nos dice lo que el Adviento significa: Ir al encuentro del Señor que viene a nuestro encuentro, esperándolo, escuchándolo, mirándolo "Recordando la forma en la que el Papa Juan Pablo el Grande se refirió a María como “La mujer de la Eucaristía”, el Papa Benedicto XVI también declaró que ella es "la imagen y modelo de la Iglesia!"
A la luz de la llamada universal a la Nueva Evangelización, enraizada en la llamada bautismal a la santidad, haríamos bien en reflexionar sobre María bajo cualquier título o imagen ofrecida por las letanías de la oración o de las declaraciones de los papas. Durante este Año de la fe, debemos comprometernos a tener una relación más profunda y personal con Jesucristo. María es sin duda uno de los medios más evidentes a través del cual se realiza un encuentro íntimo. Ella representa la esencia del discipulado. Los invito a unirse a mí en busca de María durante todo el Año de la Fe, en particular durante este tiempo de Adviento y Navidad, en el cultivo de un espíritu más rico de la oración, la gratitud, la escucha atenta, la conciencia vigilante, el respeto, la valentía, la humildad y la alegría de vivir los principios de nuestra fe católica en la vida diaria. En unión con María, a lo largo de nuestra vida de fe, podemos estar cerca de Jesús a partir de la experiencia de la encarnación de su nacimiento hasta el momento de la crucifixión, de su muerte y más allá, es decir, compartir con ella los misterios gozosos, dolorosos, gloriosos y luminosos de la vida de Cristo. Por su intercesión y la inspiración, hagamos eco a ese gran “Magnificat” de María, regocijándose en todo lo que Dios ha hecho y continúa haciendo por nosotros a través de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo nuestro Salvador. Buscando siempre rendirnos a su voluntad divina, y recordar que nada es imposible para Dios, como María, que sea haga en nosotros según tu Palabra.
